Fotos y artículo por Ashley Candelario
Después de vivir en el Bronx trabajando como mecánico por 20 años, mi padre Amaury “Yiyo” Candelario, de 47 años, abrió un pequeño negocio de reparación de autos en Wilkes-Barre, Pennsylvania en el 2018. Un cambio de ambiente y la oportunidad de crear un negocio familiar parecían razones ideales para mudarse. La decisión resultó exitosa, Candelario ganó rápidamente una buena relación con clientes y vecinos.
Dos años más tarde, el taller, Yiyo Auto Electric & Repair Inc., cerró abruptamente en febrero de 2020 después que él y su hermano, José Candelario, de 55 años, fueran detenidos por oficiales de Immigration and Customs Enforcement (ICE).
Ellos fueron cuestionados acerca de una investigación local, la cual no los involucraba. Pero fueron encarcelados por no producir identificación válida. Ambos hermanos permanecieron en la Instalación Correccional del Condado de Pike por tres meses, esperando una audiencia de fianza.
José fue deportado a la República Dominicana por haber permanecido en los Estados Unidos más de una década con su visa vencida. Amaury tendrá su audiencia principal en la corte en diciembre para determinar si es elegible para pedir alivio migratorio a través de su esposa y sus hijas. Por ahora, su aplicación de residencia permanente fue aprobada y esperamos que le ayude en su caso para seguir viviendo en este país.
“Tres meses en prisión lejos de mi familia se sentían como años”, dijo Amaury Candelario sobre su tiempo en detención. “Las cosas siempre fueron más difíciles en la República Dominicana, así que necesitaba concentrarme en salir, reabrir el garaje, y ahorrar todo lo que pudiera para preparar a mi familia para lo peor”.
A pesar de que la reparación y el mantenimiento de vehículos fuera considerado un servicio esencial por el gobierno de los Estados Unidos, Candelario cree que la palabra “esencial” tuvo más significado para los ciudadanos que para los trabajadores indocumentados. “Cuando la gente agradece a los trabajadores esenciales, me pregunto si también se refieren a los inmigrantes. Si todavía importamos cuando no podemos trabajar porque estamos encerrados y separados de nuestras familias”.
En Los Estados Unidos hay más de 10 millones de personas indocumentadas. Si se trata de separar a los niños de sus familias en la frontera, dificultar el proceso de apelación para solicitantes de asilo, o mantener centros de detención en estado de riesgo durante la pandemia, la administración Trump ha contribuido a la criminalización de aquellos que inmigran a los Estados Unidos. “Tuve mucha suerte en muchas maneras”, dijo Candelario. “Mi familia estaba a salvo, y en buen estado de salud, y me mantuvieron en una prisión local con solo dos otros en una celda, no con 12 o 30 más”.
Mientras pueblos y ciudades en todo el país reabrían lentamente en medio de la pandemia, los dueños de negocios pequeños, incluso los que se consideraban esenciales, enfrentaron grandes dificultades a medida que se acercaba el verano: cuentas vencidas y pagos de renta, pérdidas de empleados y ingresos, y el riesgo de tener que cerrar permanentemente debido a la inhabilidad de recuperarse financieramente. Para los trabajadores indocumentados como mi padre, Amaury Candelario, el desafío de mantener un negocio a flote era solo la mitad de la batalla, mientras que la amenaza de deportación aún le preocupa a él y a nuestra familia.
“Extrañaba más trabajar con mis manos, este trabajo es como paso mi tiempo. En prisión, no estaba haciendo nada y los minutos tardaban tanto”.
Además de reevaluar sus finanzas con gastos legales pendientes, adaptar los protocolos de salud de Covid-19 para su negocio resultó ser más sencillo de lo que él esperaba. Al reabrir su negocio en el mes de mayo, Candelario se aseguró de limitar el número de clientes que entraba al garaje. Se aseguró de que los clientes utilizarán máscaras, y de repartir máscaras al cliente que necesitaba. “La gente usa sus máscaras cuando entran y yo me quedo con la mía puesta todo el tiempo, doy algunas para no tener que rechazar a nadie”.
Reemplazar frenos y cambiar aceites no requieren tanto tiempo, pero con la gran demanda de pequeñas reparaciones, Candelario solo puede completar el trabajo si los clientes están de acuerdo en darle tiempo. “Si les digo a todos los que veo que puedo hacer el trabajo en 20 minutos, habrá una fila larga y no es seguro de esa manera”.
Cajones llenos de bombillos, tornillos y enchufes de relés fueron vaciados con el tiempo después de meses de estar cerrado.
A pesar de que tuvo una reapertura exitosa, la ausencia de su hermano, José, sigue siendo un desafío para Candelario. Al estar cientos de millas aparte, mantienen contacto por FaceTime y WhatsApp.
“A veces, cuando estoy teniendo un día difícil, o como el otro día, cuando tuve que empujar un carro apagado solo al garaje, es cuando recuerdo cuánto lo necesito aquí. Pero días como hoy, cuando no hay nada que hacer, y nadie con quien hablar, ahí es cuando más lo extraño”.
Amaury Candelario y nuestra familia hemos logrado superar la mayoría de los obstáculos durante la pandemia. Y poder reabrir Yiyo Auto Electric & Repair Inc. con éxito ha sido un logro en sí mismo.
Candelario espera superar la incertidumbre de su estatus en los Estados Unidos. “El gobierno necesita proteger a su gente, y eso incluye a sus inmigrantes. Somos todos esenciales”.