El modesto misterio

I wonder when you were on top of that train, if you manage to grab any of the plastic bags filled with water or tacos that the ladies who lives next to the train’s track throw because they can’t tolerate someone in pain and hunger pass so close to them. When do you all three lost your path? How come did “the law” chase you until you were forced to hide? Was it the Samaritan, who promised to take you to Monterrey, who sold you to your killers for some coins? Who authorize those men to call your home asking for two thousand dollars rescue, like they were drunken gods with the right to mutilate lives? Lizardo, haven’t you ever heard the Mexican border is a dangerous territory? Well, at least, have you ever heard there is a war in Mexico where immigrants are trophies and the authorities allow these suspicious purchase-sale activities? Dear Lizardo, your body was found next to your bothers-in-law, Karla and Noemi’s husbands, and next to another 69 immigrants at a ranch in San Fernando. You were just few little cliffs away from Unites States. In Los Astales, the news makes everybody’s lives fall apart like a dynamite explosion and break their hearts. There is a picture of your wife Yesica in the local news-paper; she looks so sad and so pretty. There are no signs that she is pregnant but she is. I wonder if your unborn child Lizardito can feel her anguish. I am sure when he is born; she will tell him about you, and how the president declared you a national hero in a ceremony that you couldn’t assist. Your body is still stranded in a Mexican morgue. Lizardo, who send you there without proper identification documents? There was no way to identify you, even though your family recognized you as the young guy with the crazy hairstyle. There is a small piece of land waiting for you next to your home, where your body will be resting.

Gelder Lizardo Boche Cante, 72migrantes.com, # 37 by Marcela Turati

Me intriga saber si desde el lomo del tren pudiste atrapar alguna bolsita con agua o uno de los atados de tacos que lanzan las doñas avecindadas a la orilla de las vías, que no soportan que el hambre y el sufrimiento se paseen tan cerca. ¿En qué momento ustedes tres perdieron el camino? ¿Cómo fue que ‘la ley’ los correteó hasta obligarlos a esconderse? ¿El samaritano que prometió llevarlos a Monterrey fue quien los vendió a sus asesinos por unas monedas? ¿Quién autorizó a los hombres que llamaron a tu casa, para pedir 2 mil dólares por tu rescate, a actuar como dioses borrachos, con derecho de mutilar vidas? Lizardo, ¿habías escuchado que la frontera mexicana es territorio perdido? Vaya, ¿al menos que en México se libra una guerra donde los migrantes son un botín y que las autoridades contemplan con sospechosa indiferencia esa compra-venta? Encontraron tu cuerpo, querido Lizardo, junto a los de los esposos de tus hermanas Karla y Nohemí, y a los de otros 69 migrantes en el rancho de San Fernando. Nomás tras lomita quedaba Estados Unidos. En Los Astales, la noticia desmoronó como polvorón la vida de todos, desgajó corazones como pasa con los cerros tras las lluvias. ¡En la foto de un diario tu Yésica luce tan triste y tan linda! El vientre aún no se nota abultado. No sé si Lizardito siente la angustia que guarda ella. Seguro que cuando nazca le contará de ti, le dirá que el presidente te declaró héroe en una ceremonia donde no te dejaron estar presente. Sigues varado en una morgue mexicana. ¿Quién te manda, Lizardo, no tener cédula de identidad? No hubo manera de identificarte aunque tus parientes empeñaron su palabra en que tú eres tú, el adolescente de las milpas mal trazadas. Un surco de tierra te espera en casa. Ahí tu cuerpo será sembrado.