William Cardona
SPA 4003
Octubre 27, 2015
Fuente: Electricliterature.com
Mejor no andar hablando demasiado:
Eduardo Halfon literatura, paranoia y su salida de Guatemala
Eduardo Halfon, 15 de julio del 08/10/2015
Mi ingreso al mundo literario fue a la vez inesperado e imprevisto. Tenía treinta y dos años y nunca antes había publicado nada en ningún lugar. Sabía muy poco sobre la literatura de Guatemala e incluso mucho menos acerca de Guatemala en general. En 1981 el mismo día que cumplí 10 años dejé el país con mis padres, mi hermano y mi hermana. Crecí en Florida y luego estudié ingeniería en Carolina del Norte. En la escuela siempre fui el mejor niño en matemáticas. Nunca leí libros, ni siquiera me gustaban. En 1993, después de haber vivido más de doce años en los Estados Unidos, finalmente regrese a Guatemala, un país que apenas conocía y tenía una mínima comprensión en español. Empecé a trabajar como ingeniero en la empresa constructora de mi padre y poco a poco empecé a adaptarme al país y al idioma pero siempre alejado por un sentimiento extremo de frustración o desubicación. Hoy entiendo que esta angustia existencial es más o menos normal a esa edad, después de haber terminado de la universidad. Aunque en aquel entonces me sentí como un hombre sin país, sin idioma, sin una profesión propia (literalmente yo estaba en la profesión de mi padre), sin conocimiento de quién era o lo que supuestamente tenía que ser. Todo esto empeoró y se prolongó por más de cinco años. Finalmente me decidí a buscar ayuda. Pero mi definición de ayuda, al ser un ingeniero racional y metódico, no fue buscar respuestas de psicología ni en la religión, sino en la filosofía. Fui a una de las universidades locales, a la Universidad Rafael Landívar, y pregunté si podía inscribirme en un par de cursos de filosofía, pensando que tal vez ahí me iba a encontrar algún tipo de respuesta. Pero en Guatemala, así como en gran parte de América Latina, es un título conjunto en Literatura y Filosofía, tiene que estudiar las dos al mismo tiempo y así lo hice. En cuestión de semanas estaba metido en la literatura. En el trascurso de un año había renunciado a mi trabajo de ingeniería, estaba viviendo de mis ahorros y leyendo libros de ficción la mayor parte del tiempo, un libro cada uno o dos días, como un adicto a la literatura.